viernes, 27 de febrero de 2009

7. Autodestrucción



El corazón como un tiburón agonizante
rodeado de delfines que se ríen de él y le recuerdan
que una vez fue fuerte y sanguinario. El hijo
que jamás tendremos y los padres
que nunca lograremos ser. Sangrar
en medio de la noche al soñar con drogas y con sexo.
Mi Dios vive en todas las estaciones, en cada baile
y en cada gota de esperma, en todos los calendarios
y todas las fotos en las que he sido carne
que daba o recibía como un animal joven
que posa con una sonrisa en los labios
antes de que sus huesos sean descubiertos
y este poema sea un himno entre cazadores.


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