martes, 9 de junio de 2009

19. Variación de un poema fechado en diciembre de 1926



Una tarde de verano y un muchacho
que pide en el vagón del metro
unas monedas porque tiene hambre, dice,
y hace horas que no prueba bocado.
“Hasta aceptaría algo de comida”, dice
desde el mismo centro del estómago.
Tus ojos fijos en las úlceras de sus tobillos,
en sus dientes como piezas de máquina de coser,
y luego en su boca cuarteada por el sol
y en sus uñas negras de haberlo escarbado todo.
“Por el amor de dios”, dice, mientras
pasa su mano como una bandeja
y desviamos la mirada hacia un mundo
que no es el suyo pero tampoco el nuestro,
y cambiamos de conversación, y de Dios,
y enhebramos el pensamiento por una salvadora aguja
que nos devuelve a nosotros mismos
mientras las puertas del vagón se abren y se cierran
como las de un centro comercial
donde todo se devora y las pasiones son reflejos
de otras pasiones fósiles. ¿Y si yo fuera
este muchacho? ¿En qué atajo nos hubiésemos encontrado
tú y yo? ¿Qué serías entonces para mí?
¿Te habría visto jamás en algún pasillo del metro,
en alguna parada, encorvado en medio de la calle,
bebiendo agua de lluvia con mis zapatos rotos
y las ropas sucias y arrugadas,
viviendo nuestras vidas, o lo que fuese de ellas?

En tus sueños me he cortado el cuello muchas veces.

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