jueves, 30 de abril de 2009
12. Rueda de reconocimiento
Duele como también dolía
fijar la vista en la puesta de sol
que arqueaba el horizonte de tus veinte años:
estrellas perforadas, cables telefónicos, astilleros muertos
y todos aquellos escombros como dientes deformes
repartidos por las habitaciones de tu mente.
Los primeros poemas no supieron detener el tiempo.
En el papel vacío se ahorcaban las metáforas,
y cada verso iluminado, cada rostro oculto
en la cara oculta de la tinta parecía surgir
de la vibración muda de una incubadora. Te dijiste
que habría que buscar la vida en otra parte,
y también la muerte.
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