viernes, 27 de febrero de 2009

7. Autodestrucción



El corazón como un tiburón agonizante
rodeado de delfines que se ríen de él y le recuerdan
que una vez fue fuerte y sanguinario. El hijo
que jamás tendremos y los padres
que nunca lograremos ser. Sangrar
en medio de la noche al soñar con drogas y con sexo.
Mi Dios vive en todas las estaciones, en cada baile
y en cada gota de esperma, en todos los calendarios
y todas las fotos en las que he sido carne
que daba o recibía como un animal joven
que posa con una sonrisa en los labios
antes de que sus huesos sean descubiertos
y este poema sea un himno entre cazadores.


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jueves, 26 de febrero de 2009

6. El pueblo sumergido de Richard Ford



Ha escrito que “no nos hacemos adultos del todo
hasta que sufrimos una gran pérdida
”, quedándose sin aire
como si saliera del profundo pozo de sí mismo
con un cuchillo oxidado entre los dientes
y un sabor a sangre en el reverso de la lengua.
Pero en la mirada del poeta no hay nada; ni enigmas,
ni vestigios de otros mundos, ni los símbolos
del verbo o del recuerdo. Pisa la tierra y agita sus manos
como si fuesen las extremidades de un fantasma,
abraza espaldas en las que adivina futuras cicatrices,
tatuajes que acreditan una cartografía de emociones,
y emplea metáforas como conchas de piedra
en las que se escucha a sí mismo dentro de unos años
limpiando una escopeta o poniendo un papel en blanco
bajo el microscopio. Todo le empuja
al mismo destino sin rumbo: descifrar las palabras
según un código enemigo para luego ordenarlas
movido por oscuras consonancias
antes que su memoria se convierta
en una gigantesca ola que lo engulle todo,
la madera seca, la vida en movimiento,
los cuerpos aún calientes en un vacío sin fondo,
y transforme su pasado en un pueblo sumergido
bajo la muda vibración del tiempo y el espacio.


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sábado, 21 de febrero de 2009

5. Ensayando una mueca



“Ya no lo veo”, dice
al clavar su mirada
en el centro del espejo,
buscando entre ojeras y maquillaje
durante un buen rato. Luego se resigna.
De nuevo lo ha perdido. No la mirada
densa y encendida,
no las marcas del tiempo
en párpados y encías,
tampoco los rastros del amor
vivaces aún entre las pestañas,
ni las cejas chamuscadas
de leer poemas o besar tantas bocas.
No, nada de eso. Lo que ha perdido
va mucho más allá,
está mucho más lejos.


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viernes, 20 de febrero de 2009

4. Bandejas de ratones de laboratorio



La hoja del árbol, al caer, corta unas manos entrelazadas.
Él dice: dadas las circunstancias, este cielo perforado,
estas briznas de hierba, los adornos que el silencio
dibuja en tus pestañas, la saliva y el oxígeno
que compartimos, es lo mejor que podría sucedernos.
Van y vienen canciones como fantasmas de paso.
Ella dice: uno de nosotros va a traicionarnos. Su otra mitad
tiene los ojos cosidos, bancos de arena en los párpados,
hollín entre los dientes cuando pronuncia su nombre.
Ella y él piensan: nada va a salvarnos. Es verdad
que el tiempo parece detenerse cuando se dicen adiós,
caminan unos pasos y después vuelven atrás
para abrazarse unidos por la boca y el estómago
acuchillando el aire en la espalda del otro.
El tiempo les tiene en su punto de mira
en escaleras y pequeñas plazas con charcos en el suelo,
besándose a escondidas en paradas de autobús,
barridos por el viento en portales y en rellanos.
Solo entonces el tocar no evoca nada y comprenden
que faltan muchas letras en el alfabeto de sus rostros,
fisuras en sus palabras de alegría vertiginosa,
recuerdos que crujan en sus manos como insectos vivos,
balas silbando sobre la cama iluminada
en la que víctima y verdugo entrarán en razón.

Todavía no es otoño,
y el verano tiene salida de incendios.


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3. El hueco


“...pulsing like slow amphibian hearts”
Margaret Atwood


A veces, al jugar al escondite,
el muchacho que ha de dar caza a sus amigos
también se oculta, excitado por un miedo
que late en sus sienes y que le impide
distinguir entre sueño y realidad,
y durante unos minutos todo queda en silencio,
un eco sin voz en medio de la tarde.
Años más tarde ese muchacho, ya adulto,
busca por rectas y esquinas aquellos escondrijos
imaginando que en un instante
su mirada se tiñe de rojo al encontrarse
en armarios y en muros, en huertos y baúles,
con un pasado que subsiste
como el corazón de un anfibio
gracias a un gélido y prolongado reflejo.


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jueves, 19 de febrero de 2009

2. La venda antes de la herida



Estamos en medio de un poema de finales de 1971.
Mi padre camina sin rumbo fijo
por un mundo de rectángulos de acero,
lugares vacíos y vísceras blindadas. Mi padre se siente
como una caja de ruido, y en su cabeza hay palabras
que conocen el lenguaje de la vida y de la muerte,
escenas de caza en desfiladeros yermos, rostros
que se cruzan a esa velocidad que convierte el futuro
en un fulgor oscuro. Mi padre asiente mentalmente
y clava sus uñas en las manos, cierra los puños
como si su propia sangre pudiera llevarle
más hacia sí mismo, llenar estas horas
en las que le acosa el tiempo, y el tiempo le pide
que se rinda, y él lo hace sabiendo
que dentro tan solo guarda violencia organizada.
Mi padre escribe un poema que dice “Todo comienza por el final...”
y es como si echase su alma a la corriente
y ésta le emplazara de nuevo a la orilla.
Mi padre arruga el papel y vuelve a extenderlo.
Lo rompe en cuatro partes y luego en ocho.
Se tapa los oídos. No ha encontrado el sonido perfecto,
ese tambor metálico que nota en sus sienes
cuando cada verso responde con otra pregunta
que no tiene respuesta, y cada metáfora
le agarra por el cuello y erosiona su lengua
hasta que puede sentir cada átomo, cada célula,
el pulso de un pétalo en el centro del cerebro.
Y es entonces cuando mi padre, todavía un joven
de abandonados labios que ignora mi existencia,
se levanta, estira las piernas,
y traza una línea de sombra al doblar una esquina.


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martes, 17 de febrero de 2009

1. Autorretrato



Es el miedo hacia ti mismo lo que te empuja hacia otros cuerpos
que luego abrazarás con manos superiores a tus fuerzas
y ojos como ríos embravecidos. En el frasco de cristal
en el que guardas tus muestras, tus restos microscópicos
de amores eternos y amores estériles, te ves reflejado
como un dios formidable. En sueños imaginas minuciosos poemas
que tardarás en escribir y por los que aún no sientes nada.
A veces necesitas una lupa gigantesca para leer entre líneas,
frondosas partituras para escuchar tu corazón multiplicándose,
mil planchas metálicas por cada palabra que prende entre tus dedos.
Al cerrar los puños te transformas en todos los que fuiste,
las sombras de un fantasma que camina sobre el agua y sobre el fuego
negándose a morir. Y con el mismo dolor de un cactus
devorado por el frío, escribes cosas que cicatrizan al contacto
con la vida, frases con su fúnebre cortejo de metáforas,
las notas de laboratorio de un monstruo creado con los restos
de otros monstruos. Versos como un nido de serpientes

en un tronco podrido.


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jueves, 12 de febrero de 2009

Me explico,


La existencia de este blog tiene una razón fundamental. Publicar uno a uno los poemas que tendrían que haber sido ya (sin imperativos, está claro) parte de mi tercer libro, el que no existe. Quizás sea buena cosa no haberlo editado todavía en papel, quien sabe. Oportunidades ha habido (en serio) pero los concursos (algunos con amaños, otros con amagos, otros con amigos, pero TODOS con algo amargo) o las editoriales no se han mostrado amables y mucho menos afables.

No me quejo. Sería como decir que la competición de mates del All Star Game es una patraña exhibicionista después de haber sido eliminado en primera ronda afirmando que tu mejor mate lo habías planeado para la final.

Ya he publicado antes (ver sección "Antes de ayer") y el mérito es poco. Un par de libros, unas cuantas antologías, algunos poemas en revistas (recuerdo ahora Reloj de Arena y Hélice) y suplementos más que sueltos. Por tanto no me siento influido por el rencor, la mala sangre o la urgencia, sino por la necesidad: sin un tercer poemario no habrá un cuarto ni tampoco un quinto, y éstos son los que ahora mismo cohabitan en la casa-árbol de mi cabeza. La vida de la mayoría tiene episodios, tiene “to be continued”, segundas partes malas o regulares, pero lo que considero notable nunca verá la luz sin las sombras de “Ensayando una Mueca”.

"Ensayando una mueca" ha de tener un final. Lo tendrá, poco a poco, día a día, semana a semana, y se irá desgranando aquí. Este ejercicio incluye corregir versos que pensaba terminados, ritmos que imaginaba inmejorables. Mostraré cada poema en el orden que creo capta mejor la idea básica del libro. Se admiten adverbios y adjetivos. Se admiten comentarios.